Las leyendas aztecas cuentan las raíces de nuestra historia, es muy divertido conocer lo que creían nuestros antepasados, hoy te comparto estas 7 leyendas aztecas en versión especial para niños de primaria, espero que te gusten tanto como a mí.
5 Leyendas aztecas para niños de Primaria
1.- Quetzalcoátl
Cuenta la leyenda que un día apareció, entre los antiguos toltecas, un personaje misterioso que llegó por el mar. Era un hombre blanco, crecido de cuerpo, de frente ancha, cabello largo y negro, barba grande y redonda. Se presentó diciendo que se llamaba Quetzalcoátl. Era un hombre muy inteligente, tenía conocimientos de arte y ciencia y le enseñó a los toltecas el oficio de la platería y a labrar piedras preciosas. Tenía muchas riquezas, pero también era un hombre muy religioso y no le gustaban los sacrificios humanos.
Para Quetzalcoátl la mejor ofrenda consistía en pan, flores y perfumes. Todos lo respetaban y lo veneraban por eso se convirtió en un sacerdote principal. Sin ser rey, mandaba como rey y le obedecían como a rey.
Pero a los dioses antiguos no les gustaba que ese enemigo ganara terreno, ellos querían sacrificios humanos por eso hicieron un plan para acabar con Quetzalcoátl:
-Tú -dijeron a Tezcatlipoca-, te encargarás de burlar a ese sacerdote extranjero.
El poderoso dios de cutis negro aceptó y bajó a la tierra tomando el nombre de Titlacahuan, se presentó en la casa de retiro de Quetzalcoátl
-Digan al sacerdote blanco que un forastero desea hablarle, traigo un retrato suyo que enseñarle.
Quetzacoátl aceptó verlo y le preguntó
-¿De dónde vienes, forastero?
-Vengo de Nonoalco.
-¿Estás muy cansado? siéntate, bienvenido seas. ¿Cuál es mi retrato?
Titlacahuan sacó un espejo y se lo presentó diciendo -Reconócete señor.
Quetzalcoátl se contempló un instante y arrojó con espanto el espejo porque se vio la cara llena de arrugas y llagas.
-¿Cómo es posible que me vean los toltecas con clama? ¡Deberían huir de mí! mi figura es espantosa.
-Yo te arreglaré para que te vean tus fieles -dijo Titlacahuan.
Llamó a unos jóvenes artistas que pintaron el rostro de Qutzalcoátl y le pusieron plumas de quetzal.
Quetzalcoátl se puso muy contento con su apariencia y se presentó en Tolan, ahí algunos dioses le dieron pulque a Quetzalcóatl y él se sintió joven, lleno de vigor y alegría. Se emborrachó y se puso a cantar. Al día siguiente, al despertar, recordó todas las torpes escenas que hizo borracho y lo invadió la vergüenza y el pesar.
Quetzalcoátl dijo: «Me embriagué, nada podrá borrar la mancha que oscureció mi nombre y mi sacerdocio». Se puso a entonar un canto de profunda tristeza y su remordimiento fue tan grande que se fue para siempre de aquella ciudad.
Así ganó Tezcatlipoca y los sacrificios humanos continuaron.
Cuentan que Quetzalcoátl se tiró a una hoguera y que las cenizas de su corazón se convirtieron en una estrella, también dicen que dejó esta profecía: «Cuando pase el tiempo vendrán por el oriente hombres blancos y barbados a apoderarse de estas tierras y a sustituir los dioses antiguos por otros nuevos».
2.- El hijo del maguey
Cuenta una vieja historia que una linda doncella llamada Xóchitl, llevó de regalo al rey Tecpancaltzin una jícara de miel prieta de maguey. El monarca se enamoró de la doncella y, con engaños, se quedó con ella en su palacio. De aquella unión nació un hijo: Meconetzin, es decir «Hijo del maguey».
El niño creció y todos se quedaron resentidos y recelosos ante su extraño aspecto porque tenía el pelo chino y se le levantaba en la cabeza en forma de tiara. Además, los toltecas recordaban la profecía de Huemán, un sabio sacerdote que vivió 300 años y predijo: «La monarquía tolteca tendrá un fin, y llegará cuando suba al trono un rey de pelo crespo en forma de tiara y cuando la naturaleza aborte monstruos, como conejos con cuernos de venado y colibríes con espolones de gallo».
¡Tenían razón los toltecas para estar preocupados!
Los años pasaron, el niño se convirtió en rey y adoptó el nombre de Topiltzin. Comenzó a reinar con cordura y se ganó el amor de sus vasallos, pero repentinamente se volvió orgulloso, insoportable y tirano.
Un día, el rey paseaba por sus jardines cuando sus monteros mataron un extraño animal: un conejo con cuernos de venado.
La noticia se regó por la ciudad y todos se asustaron porque recordaron la profecía. Poco tiempo después hubo lluvias, huracanes, inundaciones, plagas de sapos, sequías, heladas.
El temor aumentaba, la población moría por tantas desgracias y para colmo los reyes de Xalisco invadieron el territorio tolteca. En la batalla murieron el viejo Tecpancaltzin y Xóchitl, quienes combatían en primera fila; Topiltzin, el hijo del maguey no supo morir con gloria y huyó escondiéndose en una cueva de donde no volvió jamás.
Así se cumplió la profecía y el imperio tolteca se extinguió.
3.- Las flechas encantadas
Cuenta la leyenda que los habitantes de Tlaxcala recibieron un aviso del señor de Huejotzingo en el que les informaban que serían atacados. Los habitantes de Tlaxcala imploraron a su dios Camaxtle: «¡Nuestros enemigos nos cogen desarmados! y solo por tu mediación podremos tener armas suficientes para la defensa. Somos hábiles flecheros, pero nos faltan flechas. Señor ¡acude en defensa de tu pueblo!»
El dios contestó: «¡No se acobarden! yo estaré con ustedes y les ayudaré a triunfar sobre sus enemigos. Para ello solo deben tener fe en mi y ejecutar mis mandatos: pongan una gota de leche de mujer en el vaso sagrado y así se salvaran.
Nadie sabía cómo se podrían salvar con una gota de leche, pero tenían fe en su dios y lo obedecieron. Esperaron tres días y se llegó el día de la batalla. El sacerdote notó que del vaso sagrado brotaba un licor espumoso y que el dios había dejado flechas sobre el altar.
Esta noticia maravillosa levantó el ánimo de los guerreros que salieron a la batalla con valor. El sacerdote llevó el vaso sagrado y las flechas al campo de batalla: las flechas sagradas se levantaron solas y le provocaron la muerte a los enemigos.
4.- Aztlán
Las leyendas cuentan que allá por el norte había un lago de gran hermosura y en él una isla en la que se levantaba un cerro de pico retorcido. Ese país se llamaba Aztlán, que significa lugar de garzas, y ahí habitaban los aztecas.
Los aztecas reverenciaban al dios Huitzilopochtli, quien una noche les dijo: «pueblo mío, deja este lugar en el que vives hoy, toma tus armas y utensilios, y emprende la marcha hacia el sur hasta un lugar que yo te indicaré, para que allí edifiques una gran ciudad que será tu capital y la señora de mil pueblos»
El pueblo obedeció y después de muchos años de peregrinación llegaron al lago de Pátzcuaro, que tiene muchas islas preciosas y es abundante en peces blancos como la plata. Pero su dios les dijo que ese no era el lugar prometido para establecer el gran reino.
La peregrinación de los aztecas duró siglos y en ese viaje olvidaron costumbres primitivas y adquirieron otras como la de hacer sacrificios humanos. El pueblo peregrino estaba a punto de perder la fe en su dios, pero se encontraron un lago con una isla en medio. Aquel lago ocupaba el lugar en donde hoy se asienta la ciudad de México, la isla estaba desierta, el terreno era corto y largo.
Había un ojo de agua hermosísimo con una sabina blanca muy hermosa. Todos los sauces eran blancos y todas las cañas y espadañas también, del agua salieron ranas blancas y vistosas. Huichzilopochtli les dijo que ese era el lugar elegido en donde encontrarían, a la mañana siguiente, una hermosa águila sobre un tunal, ese lugar sería llamado Tenuchtitlán.
Al otro día temprano el sacerdote le dijo al pueblo:
«En este lugar del tunal está nuestra bienaventuranza, quietud y descanso; aquí ha de ser engrandecido y ensalzado el nombre de la nación mexicana; desde este lugar será conocida la fuerza de nuestro valeroso brazo y el ánimo de nuestro corazón con que hemos de rendir todas las naciones y comarcas, sujetando de mar a mar todas las remotas provincias y lugares, haciéndonos señores del oro y la plata, de las joyas y piedras preciosas, en este lugar se edificará la famosa ciudad que será la reina y señora de todas las demás».
5.- Tzutzuma el encantador
Los primeros reyes mexicanos introdujeron el agua de Chapultepec a la ciudad de México por medio de un conducto que iba sobre el lago, pero la población creció y el agua fue insuficiente. Cerca de Churubusco, en Acuecuexco, brotaba un manantial de agua abundante y buena, el emperador Ahuítzotl tuvo el presentimiento de aprovecharla y le rogó al señor de Coyoacán que le diera permiso para hacer una toma en la fuente.
Aquel señor se llamaba Tzutzuma, era tributario de Tenochtitlán, accedió a dar agua, pero explicó que esa agua se podría enfurecer, derramar y esto inundaría Tenochtitlán.
Esta respuesta enojó a Tzutzuma pues no consentía que nadie le hiciera observaciones.
-¡Vayan a Coyoacán y arranquen la vida a ese insolente que se atreve a hacerme advertencias en lugar de obedecer! exclamó en un acceso de cólera.
Esta orden iba dirigida a tres de sus mejores servidores quienes se apresuraron a cumplirla.
Cuando Tzutzuma supo que lo buscaban unos soldados supo que estaba perdido, pero le dijo a su criado que le dijera a los tres jefes que podían pasar a verlo. Cuando los tres jefes entraron se encontraron con un águila colosal que estaba posada en el respaldo del sillón, salieron muy enojados, pero el criado aseguró que su señor estaba en la sala. Volvieron a entrar y se encontraron con un tigre corpulento que mostraba sus grandes colmillos.
Los capitanes retrocedieron espantados y salieron corriendo, pálidos de susto. Al llegar a México le dijeron al rey -¡Señor! el cacique de Coyoacán se ha vuelto águila y después tigre.
Ahuítzol se maravilló con el relato y ordenó que el doble de soldados fuera a cumplir con la sentencia.
Al llegar con Tzutzuma se encontraron con una serpiente.
-¡Matenla! -ordenaron los jefes a sus soldados.
Pero antes de que pudieran cumplir la orden, la serpiente saltó sobre ellos, arrojando por las fauces abiertas llamaradas de lumbre. Los soldados temblaron y huyeron aterrorizados.
Ahuítzotl mandó un pregonero a Coyoacán a que diera el siguiente mensaje:
«¡Habitantes de Coyoacán! el poderoso emperador Ahuítzotl, manda decir que apresen a su señor Tzutzuma y lo entreguen sin dilación. Y les advierte que, en caso de desobediencia, se les tendrá por rebeldes y arrasará sus ciudades pasando por el cuchillo a todos los habitantes.»
Todos quedaron aterrados, Tzutzuma, como buen señor de su pueblo, se presentó voluntariamente a los mexicanos y les dijo:
-Aquí estoy, me pongo en sus manos, pero no olviden decir a su señor que si introduce en México el agua de Acuecuexco, yo le profetizo que antes de muchos días la ciudad será anegada y destruida.
Los soldados mataron a Tzutzuma ahogándolo, y su profecía se cumplió al pie de la letra. A los cuarenta días de introducida el agua a México, se inundó la ciudad y el emperador se vio en la necesidad de romper las cañerías del acueducto.
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