Tengo dos hijos y a ambos les gusta que les cuente un cuento corto para dormir. De esas charlas en familia surgieron varias historias que comparto en este espacio. Si a tu hijo le gusta las historias de terror entonces puedes contarle este cuento corto para dormir.

Cuento corto para dormir

Esta historia sucedió hace muchos años, cuando no había Internet, ni computadoras, ni siquiera teléfonos celulares. A decir verdad creo que tampoco había teléfonos. ¿Te puedes imaginar un mundo así? Un mundo donde tenías que visitar a tu amigo para poder platicar con él, un mundo en donde salías y nadie sabía en donde estabas. Un mundo en donde veías el mundo y no una pantalla.

En ese tiempo existieron dos niños, bueno un niño y una niña y esta es una de sus historias:

– Me gusta  comer guacamole con tortillas. Mi mamá las prepara y me las da calientitas. Pero hoy no pude comer nada. –dijo José.
-¿Crees que voy a hacer lo que me pides? No  puedo entrar a la casa y tomar algo para darte, si mi mamá me descubre, me va a regañar -contestó Xochitl.
José y Xochitl  eran amigos, él tenía 9 años y ella era unos meses menor que él. Les gustaba la misma comida, correr por el campo, tirarse en el pasto para ver las nubes, pero sobre todo los unía el gusto por las historias de terror. Pasaban horas contándose leyendas de monstruos sin cabeza, de muertos vivientes  y animales enormes que devoraban a los pobres viajeros perdidos por el bosque.
            Ir a la cama se convertía en toda una aventura ¿quién se puede dormir si al cerrar los ojos se presentan imágenes aterradoras de tus peores miedos? ¿O si las sombras dibujan contornos de fantasmas? Y mejor ni hablar de los ruidos nocturnos: el canto de la rana, el chillar de la chicharra, las hojas de los árboles moviéndose por el viento.
-Xochitl, entiende, no puedo ir a buscar dioses mayas con tanta hambre. Por favor, trae lo que puedas -José sonrió, Xochitl entró a su casa por comida para su amigo, no estaba dispuesta a perderse una aventura por un taco.
-¿Estás segura que sabes cómo llegar? No quiero perderme -dijo José, mientras le daba la última mordida a su taco.
-Claro que sé y además tengo una copia del mapa que hizo el gringo que anda trabajando por  aquí. Mira -Xochitl sacó una arrugada hoja de papel de su bolsa–, están señalados todos los templos y pirámides, pero lo más emocionante es que ¡hay una cueva!
-¿Eso que tiene de emocionante? Hay un montón de cuevas.
-¡Pero ninguna tan cerca de pirámides y templos! Podría ser la entrada a Xibalba.
La cara que puso José fue de auténtico terror, parecía que había visto una legión de fantasmas, Xochitl nunca pensó que su amigo se asustara tanto con solo una palabra.
-Mira, creo que debemos pensar muy bien lo que vamos a hacer, si nuestros papás descubren que salimos sin permiso, nos van a dar tantas nalgadas que no vamos a poder sentarnos en un par de días. Y si el mapa no funciona, nos vamos a perder y tú sabes todos los animales peligrosos que hay en la selva -dijo José.
-¿Tienes miedo?- preguntó Xochitl.
-¡Claro que no! Pero dijiste que íbamos en busca de dioses no de demonios. Es que fue por el Xibalba que me quede sin comer. Se me ocurrió preguntarle a mi mamá si sabía algo sobre el inframundo, no sé qué mosca le picó pero se  enojó mucho, me dijo que por andar preguntando  esas cosas no puedo dormir y la despierto a medianoche con mis pesadillas; además dijo que con mis gritos asusto a mis hermanos, se ponen a llorar y después mi papá no puede dormir con tanto ruido. Total que soy el responsable de que todos anden con sueño en el día y no puedan hacer su trabajo, así que me dejó sin comer para que aprenda a no meterme en asuntos que no me incumben.
-¡Uy!, lo siento mucho, de cualquier manera quiero ir a investigar. ¿Te imaginas lo que sería entrar en el inframundo? Veríamos todas esas cosas de las que hemos platicado, imagínate lo que van a decir todos cuando les contemos nuestra aventura. Por tu mamá no te preocupes, ella no tiene por que enterarse, podemos estar aquí antes de la cena, y le vamos a decir a todos que mantengan el secreto. ¿Vamos?
José no pudo resistirse más, la idea de entrar al inframundo, salir de él y presumir con sus primos la fantástica aventura superaba por mucho el temor que pudiera tenerle a un regaño de su mamá. Así que José y Xóchitl se prepararon para la aventura: pusieron en una bolsa agua, un poco de comida y se adentraron en la selva siguiendo las indicaciones del mapa.
No había ningún camino, tuvieron que abrirse paso entre los árboles y matorrales, la espesa vegetación los hacía avanzar con dificultad.
Los animales hacían un ruido ensordecedor, había monos aulladores, miles de pájaros, serpientes, águilas y jaguares. José y Xochitl no podían ver a todos los animales pero el sonido que salía del interior de la selva les provocaba escalofríos, parecía un grito desgarrador  de algo que lucha entre la vida y la muerte.
Avanzaban en la dirección correcta, pero la cueva estaba lejos y ellos se cansaban. Se sentaron  un momento.
-No sé si sea buena idea seguir, los ruidos de la selva ya dan bastante miedo, no me gustaría encontrarme con un animal grande y hambriento –dijo José mientras observaba con atención el suelo y los árboles-, no me quiero topar con ninguna serpiente venenosa  o con las almas de los guerreros mayas que murieron en batalla.
-Según mis cálculos, estamos a punto de llegar, no vamos a regresarnos ahora que estamos tan cerca del lugar -dijo Xochitl con voz temblorosa–, también estoy asustada pero no voy a darme por vencida.
Siguieron caminando, el sol se escondía, el cielo se cubría de resplandores rojizos, los animales nocturnos despertaban de su sueño.
Una nube negra parecía surgir de las profundidades de la tierra, Xochitl y José sentían como la nube los envolvía, arañándolos y mordiéndolos, gritaron con todas sus fuerzas pero sus gritos quedaron sepultados por el agudo chillido que lanzaba la espesa nube.
-¡Son vampiros! –gritó Xochitl
-¡Los vampiros no existen, son murciélagos! Y salen de tu famosa cueva, por fin llegamos. ¿Cómo vamos a entrar ahí?
Parecía que ya no había murciélagos en el interior de la cueva, todos habían salido para buscar comida.
José y Xochitl habían caminado todo el día, estaban cansados, asustados y hambrientos, ahora ninguno de los dos sabía porqué había parecido una buena idea dejar la seguridad del hogar por una búsqueda del inframundo.
 -¿Qué vamos a hacer? -preguntó José–. La entrada parece un pozo sin fondo, está muy oscuro y se ve que la pared está mojada.
Un potente rugido los hizo olvidar sus temores a la cueva, se metieron con cuidado de no resbalarse, ya no querían llegar a las profundidades del Xibalba pero tampoco querían terminar en el estomago de un jaguar.
-Nos vamos a quedar aquí, quietos,  en cuanto salga el sol corremos a nuestra casa y no volvemos a salir solos a la selva –dijo Xochitl con un hilito de voz.
-No sé porqué te hice caso, me hubiera quedado en la casa con mi mamá.
-No me salgas ahora con que todo es mi culpa, tú también querías venir –dijo Xochitl.
Un aire frío atravesó la cueva, los niños se estremecieron, algo había pasado cerca de ellos. Pero no veían nada.
A pesar del miedo que sentían, Xóchitl y José se quedaron dormidos, no pudieron evitarlo, estaban muy cansados después de tanto caminar.
Los niños estaban acurrucados, sus cuerpos parecían una roca, en la penumbra no se distinguía sus formas humanas.
            A su lado pasó una procesión de muertos que descendían a las profundidades guiadas por un cadáver putrefacto cubierto por retazos de tela podrida y con la carne cayéndosele en pedazos dejando visible un pedazo de cráneo. 
Gritos tenebrosos despertaron a los pequeños, abrieron los ojos esperando encontrarse con monstruos y muertos, en su lugar vieron un destello de la luz del sol y la cara asustada de la mamá de Xochilt.
Los niños regresaron a casa, no sé si les recibieron con un regaño o un abrazo, pero sí sé que en sus sueños más profundos ellos recuerdan una procesión de muertos que nunca vieron.
                        FIN
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