Este cuento de miedo corto es perfecto para los niños que se pelean con sus hermanos. Los seres humanos aprendemos a través de las historias más fácilmente que a través de sermones o castigos. En la antigüedad, las personas se reunían para escuchar las historias que los viejos contaban. De esta forma se transmitían valores, tradiciones y conocimientos.
Prueba la técnica de nuestros ancestros, cuenta una historia a tus pequeños antes de dormir, deja que todo sea una experiencia lúdica y amorosa. Al final de la historia pregúntale: ¿qué te pareció el cuento? ¿qué habrías hecho tú en esa situación? y cualquier pregunta que te permita conocer a tu hijo y su manera de pensar. Platica con él, no criticándolo sobre lo que haría, sino comentando lo que podría pasar con los personajes si hubieran hecho algo diferente.
Cuento de miedo corto
Te daré lo que pidas
Aquí no hay castillos, ni dragones, tampoco hubo príncipes ni princesas. En este pueblo derrumbaron las casas viejas y construyeron mansiones nuevas. Hay una plaza, antes los niños jugaban ahí en el kiosko, ahora está vacía.
Es un pueblo fantasma.
Desaparecieron todos los habitantes, sólo quedé yo. ¿Quieren saber qué pasó? Entré a una cueva, allá en la montaña que se ve hacia el norte, ésa, la más alta. Los viejos decían que, en esa montaña, vivía un demonio parlante. Nadie se acercaba porque, con su voz, el demonio te envolvía y te hacía desear todas las calamidades del universo.
Yo no lo creí, pensé que eran cuentos para mantener a los niños alejados de la montaña. Durante una noche oscura, después de un castigo que me pusieron por pelear con mi hermano, salí de mi casa sin hacer ruido.
Los niños sabíamos cuál era la vereda que llevaba a la cueva, pero nadie se aventuraba a avanzar más de dos pasos por ahí. Esa noche, yo estaba decidido, llegaría a la cueva, así le demostraría a mi hermano que era valiente, y no una gallina, como él decía.
Subí por el camino sin dificultad, en el rancho estamos acostumbrados a caminar entre la maleza, parecía que nadie avanzaba por ese sendero en mucho tiempo y, sin embargo, se mantenía el camino abierto a cualquier paseante decidido.
Cuando vi la entrada de la cueva me asusté mucho. Salía un olor a podrido, como de animales muertos, y se escuchaba un ruido como lamento que se calaba en los oídos y penetraba en la cabeza. Yo no vi a ningún demonio parlante, sólo seguía escuchando ese tiiiiiii tiiiiiii tiiiiiii en el fondo de mi cabeza. No podía sacarlo de ahí. Entonces el sonido se transformó en imágenes, como si viera una película con los ojos cerrados, la cara de mi hermano aparecía grande y fea, y se burlaba de mí, yo no oía su voz, pero sabía que se burlaba. Lo único que pedí fue que se callara. No quería escuchar, nunca más, la voz de mi hermano.
Creo que me quedé dormido y caminé sonámbulo, porque no recuerdo cómo llegué a mi casa, sólo sé que, al día siguiente, desperté en mi cama, fui a la cocina y no encontré a nadie. Busqué en la casa, por las calles, en todo el pueblo.