Parece que hay un gran interés por encontrar leyendas cortas para niños, y como hay muchas leyendas para niños pues haré una serie de artículos sobre este tema.

Leyendas cortas para niños

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Y en este artículo veremos 3 emocionantes leyendas de Guanajuato

3 emocionantes leyendas cortas para niños

Leyenda de la Carroza de Don Melchor Campuzano

leyendas cortas para niños

Procedente de la Madre Patria, vino a establecerse a Guanajuato un aventurero de nombre Melchor Campuzano, honrado, activo trabajador a carta cabal.

Habiendo amasado ya una regular fortuna, pensó en asociarse con otros dos españoles, ricos a su vez, a fin de emprender negocios de pingües utilidades, y antes de regresar a España, uno de tales socios, don Manuel de Cabrera, falleció de una manera repentina, dejando una enorme fortuna, la cual dispuso en su testamento que se distribuyera pródigamente entre la gente humilde, designando para el caso, en calidad de albacea ejecutor de su ultima voluntad, a su socio, don Melchor Campuzano, en atención a su probada honradez.

Llevó éste a cabo la repartición encomendada, con tanto tino, que la fortuna de don Manuel de Cabrera enjugó muchas lágrimas de hambre, ayudó a innumerables menesterosos, enfermos y hogares, que bien pronto las bendiciones de al gente cían profusas sobre la mano bondadosa da do Melchor Campuzano, que no sólo agotó las arcas de don Manuel, sino que de su propio peculio, prorrogaba la tarea que se la había encargado.

Pero las malas lenguas, que nunca duermen, propalaron la versión de que don Melchor repartía avariciosamente la fortuna de don Manuel, de la cual separaba gran parte para sí, acrecentando sus riquezas, robándose lo que le correspondía a los pobres, y privando así a los necesitados, de lo que el magnánimo don Manuel les había legado. Sabedor don Melchor de aquella miserable calumnia, montó en cólera y decidió vengar la afrenta cesando la repartición de dinero que se había echado a cuestas, no obstante que sus caudales eran inmensos, y dio orden de que su solariega residencia permaneciera siempre muda, silenciosa, sorda a cuento ruego implorante se escuchara, y aún más, con inaudito alarde de egoísmo, dispuso que las obras de sus opíparas comidas, que acostumbradamente se repartían entre los pedigüeños, se tiraran a los animales, en sus pesebres.

Unos cuantos años después, moría don Melchor Campuzano, siendo su sepelio muy concurrido, merced a que disfrutaba a al aristocracia de su época, de un lugar entre los señores acaudalados nobles. Sus exequias fueron solemnes y muy concurridas aun por los pobres a quienes había negado al pan que de él imploraban. Y es aquí donde cuenta la leyenda, que cuando el Ministro del Señor rogaba por el eterno descanso del alma de don Melchor, se dejó escuchar una voz suplicante y plañidera que decía: No roguéis por mí, os lo suplico; no pidáis por la paz de mi espíritu, que si bien fui en vida un hombre honrado, antes de morir me torné en cruel. Más yo mismo compurgaré mis penas, suplicando la clemencia de quienes ofendí. Y vagare por las calles sin descanso alguno, hasta que se me conceda el perdón de la voluntad divina. Los dolientes acogieron aquellas tremendas palabras con miedo y respeto: se santiguaron en silencio y procedieron a dar sepultura a los mortales despojos del otrora potentado don Melchor Campuzano, y, también en silencio, con terror, divulgaron el suceso, cuya noticia se esparció por toda la población como un reguero de pólvora.

Han transcurrido los años. La aconseja ha amenguado; pero hay gente que nunca fue supersticiosa, pero que asegura haber visto, en las noche de luna llena un carruaje manejado por un esqueleto, a velocidad inaudita, que ensordece con el arrastrar de cadenas y rechinar de herrajes, que se pierde en lontananza, no dando tiempo a que ningún mortal le pueda dirigir un Ave María, para que cese la penitencia de don Melchor.

Las dos comadres

Desde el siglo XIX, a lo largo del país se hicieron comunes las vecindades, construcciones de burgueses abandonadas que fueron adaptadas para que albergaran varias viviendas pequeñas destinadas a ser rentadas en módicos precios, aunque carentes de algunos servicios y algunos de ellos eran de uso colectivo. Las vecindades fueron populares aún a mediados del siglo pasado.

Guanajuato no fue la excepción y aún se puede encontrar algunas de estas construcciones en el centro de la ciudad, aunque ya no funcionan como tales.

En una de las vecindades de esta ciudad, vivían dos mujeres solteras muy allegadas que se decían ser comadres.

Su amistad quedó en juego con la llegada a la vecindad de un misterioso hombre, soltero, de recia y cautivadora personalidad quien gozaba al seducir a cuanta mujer conocía. Se dice que fueron muchas las mujeres de la vecindad, solteras y casadas, que cayeron ante los encantos del galán en cuestión, incluyendo a las dos comadres quienes fueron victimas de sus seducciones dejando a ambas ilusionadas.

Fue entonces cuando las comadres comenzaron a disputarse el amor de aquel hombre, dispuestas a hacer lo que fuera necesario por tenerlo, constantemente traban de llamar su atención lo que las llevó a tener frecuentes riñas y a ofenderse, hasta que la amistad se transformó en odio.

Continuamente trataban de evitarse pero les resultaba imposible, no sólo por vivir en la misma vecindad, sino porque además solían frecuentar los mismos lugares.

Según han contado por muchas generaciones los abuelos, sucedió que un día ambas se encontraron en uno de los cerros continuos al de la Bufa cortando verdolagas. Al verse frente a frente tuvieron una fuerte discusión que pronto se convirtió en una pelea, en medio de jalones cayeron y rodaron por el cerro arrastradas por su ira mientras lanzaban blasfemias una a la otra.

Se dice que en ese momento fueron castigadas por tal conducta contraria a lo que como comadres y como mujeres católicas debía seguir, por lo que se convirtieron en rocas en forma de rana que reposan en la cima de ese cerro, condenadas de está manera a permanecer una frente a la otra por la eternidad. También se llegó a decir que aquel hombre había sido el propio diablo.

La erosión ha deformado las rocas y las formas de rana ya no son tan fácil de percibir, sin embargo abuelos y abuelas aún en la actualidad, han contado que al visitar ese cerro, si se presta la suficiente atención entre el viento que sopla se puede distinguir la voz de las dos comadres conversando entre ellas.

Los músicos que tocaron en el infierno

En Guanajuato, como en muchas ciudades de México, existen músicos que llevan serenata. Esta historia le sucedió a uno de esos grupos, un día los músicos llevaron serenata a una joven, al terminar, se les acercó un señor que vestía de negro, y les ofreció empleo en una fiesta. Los músicos aceptaron: verían al señor a la noche siguiente, en la misma esquina a las 11 de la noche. El señor les pidió que vistieran de negro en su totalidad y los músicos aceptaron.

Al día siguiente, los músicos llegaron muy puntuales a su cita, a las once en punto el extraño hombre apareció de la nada. Los músicos se sorprendieron un poco, pero pensaron que el hombre había estado escondido entre las sombras.

Caminaron durante un rato siguiendo a quien los contrató. Llegaron a una casa y el hombre les pidió que esperaran en la estancia mientras él salía por una puerta negra. Los músicos se pusieron un poco nerviosos porque en la casa se sentía un aire extraño. Después de esperar un rato salió un pequeño hombre y les pidió que tocaran un vals pues los invitados irían llegando.

Los músicos comenzaron a tocar, las parejas de bailarines entraron al salón por la puerta negra. Mientras las parejas se divertían, los músicos vieron algo increíble ¡los bailarines no pisaban el suelo! Sus pies eran pezuñas, pero lo que más los aterró, era que los ojos eran rojos: de un rojo tan intenso como el fuego.

Una de las bailarinas dejó el baile y se acercó hacia ellos.

-¿Qué no es la hermana de Juan, la que falleció hace un año? -preguntó uno de los músicos.

Los músicos reconocieron a la difunta y se quedaron petrificados. Ella abrió la boca y les dijo -¿Pero qué hacen aquí, que no saben que esto es el infierno?

Al escuchar esto, los músicos corrieron, huyeron dejando todos los instrumentos.

Se dice que los músicos enfermaron de miedo durante mucho tiempo.