Estas son algunas leyendas cortas del Panteón de Belén, que está ubicado en Guadalajara, Jalisco, México.

Leyendas cortas

El Panteón de Belén se construyó en la ciudad de Guadalajara en julio de 1843, el Panteón estuvo listo en diciembre de 1844 y la primera persona enterrada ahí fue el señor Isidoro Gómez Tortolero. En la actualidad ya no se entierra a nadie en este Panteón y se ha convertido en una atracción turística de la ciudad.

Leyendas cortas:

El tesoro del marinero

Hace mucho tiempo existió un pirata que, en vez de tener un amor en cada puerto, tenía varios enemigos. Él surcó el Oceáno Pacífico, principalmente por las costas de Nayarit, Colima y Jalisco. Como todo buen pirata se apropió de joyas, oro y todo lo de valor que se encontraba en los barcos que asaltaba.

El botín era enterrado en un lugar que sólo él sabía y, aunque tuvo un hijo, nunca le reveló el secreto del sitio donde guardaba su gran tesoro. Ya muy viejo, se vino a radicar a Guadalajara, falleciendo a los pocos meses.

Dicen, que si uno le prende una veladora y le reza un rosario completo con toda devoción, pero a las doce de la noche frente a su tumba en el Panteón de Belén y pidiendo por la salvación de su alma, se aparecerá el fantasma del marinero y revelará el punto exacto donde enterró su vasto tesoro.

El tesoro

Un rico hacendado guardó lingotes de oro en varios ataúdes, los cuales enterró en el Panteón de Belén, después, fingió su muerte y la de su esposa. Con anticipación había elaborado un testamento donde estipulaba que fueran sepultados uno frente al otro, pasillo de por medio, y que no colocaran epitafios sobre sus tumbas; así mismo, que todos los bienes los heredaba a la hermana de su esposa, quien vivía en un poblado cercano a Guadalajara.

Cuando hicieron todo lo necesario, los esposos salieron por la noche rumbo a la población donde vivía la cuñada y ahí radicaron con mucha tranquilidad. Pero, al llegar la Revolución, uno de los soldados reconoció al supuesto muerto, quien después de torturarlo confesó del tesoro enterrado.

El soldado, acompañado de su tropa, fue al Panteón de Belén, pero todas las tumbas estaban alineadas, unas viendo al sur y otras al norte y por más que cavaron no encontraron el tesoro.

Se dice que para encontrar esta riqueza, uno tiene que entrar al panteón a las ocho de la noche, que es cuando las campanas de los templos anuncian el toque de ánimas y salen los espíritus de las personas ahí enterradas, así como rezar tres padresnuestros, tres avemarías y contestar acertadamente una pregunta que hacen los espíritus.

El tesoro sigue ahí, porque quienes lo han intentado, han salido corriendo por la impresión.

El árbol del ahorcado

En una de las salas del Hospital Civil, un joven sufría por un cáncer. Ninguna medicina de la época lo podía aliviar aunque los médicos hacían lo imposible por aliviarlo.

Un día, mientras el joven dormía, su madre entró con la imagen de un santo y la colocó en su mano. El joven despertó y arrojó la imagen del santo al suelo mientras decía:

-¡No creo en Dios, quien presume de amor, me haya castigado de esta manera! Llévense esta imagen que no me ayuda en nada. Ojalá que a Dios le de lo mismo para ver quién lo cura.

-Hijo, arrepiéntete de lo que dijiste, ten fe, que él te curará de todos tus males.

-No madre, no me ayuda

-Ten fe

-¡Déjeme, para morir solo! ¡Ya no creo en su Dios ni en usted! ¡Váyase!

Esa noche, con muchos sacrificios, el joven se levantó de la cama, salió del hospital y se colgó de un árbol.

Cuenta la leyenda que desde ese día el árbol se secó por completo, como ejemplo de que hay que estar siempre con Dios y no contra él. Actualmente, sólo queda la parte inferior de ese árbol.